El gif animado puede ser una herramienta visual tan rápida y
potente como un Haiku
Una puerta de entrada pequeña a un paisaje enorme. Un camino
corto y directo .
Una imagen en movimiento frente a nosotros activa reacciones
automáticas y asociaciones que no podemos controlar. Una sola imagen, además,
no es tan evocadora como una suma de ellas. El movimiento y el sonido, en el
caso de que lo haya, aportan una dimensión circular, una consciencia de entrar
dentro de cierta acción, por muy abstracta que sea la apuesta.
Frente a tres o cuatro segundos de la pequeña narración que
se nos presenta, no cabe apenas reacción consciente. Incluso en el caso de que
nos desagrade lo que vemos, para cuando hemos congelado la imagen, el cuerpo ya
ha reaccionado, ya se ha posicionado, ha tomado alguna decisión invisible, ha
entendido algo substancial, algo que internamente continúa mucho después de
apagar el visor.
El espacio poético sigue sugestionando, sigue reconstruyendo
el resto de la información, se sigue y sigue inventando a si mismo, queramos o
no.
La velocidad de entrada es clave. La facilidad para realizar
y creación y reproducción de un gif y los muchos canales por los que se puede
enviar este mensaje, no lo hace menos efectivo, no devalúa esta herramienta
como potencia, ni mucho menos. Que sea un juguete popular, tampoco la inscribe
en ningún lugar “pobre” o simple o limitado.
Estamos otra vez frente al fuego, aunque sea un fuego
virtual, ha comenzado la noche, hemos vivido una jornada completa y nos
reunimos frente a las luces a narrar el día.
Pero el día se conecta con el resto de los días, los meses,
las estaciones, la lluvia, las tormentas, el calor, el frío, el eco de la voz
rebotando en las montañas. Se conecta
con el destello intermitente de lo imaginario y lo real.
No hay comentarios:
Publicar un comentario